Un rápido paseo por el centro de la ciudad es suficiente para ver un aumento visible en la presencia de vendedores. vendedores ambulantes En situaciones irregulares, se instalan bancos improvisados de cartón, cajas y biombos en las aceras e incluso en tramos de algunas carreteras.
En ellas se encuentran diversos tipos de mercancías: frutas, calcetines, CDs, productos electrónicos, zapatillas, gafas, adornos para uñas, juguetes, paraguas, entre muchos otros artículos de diversa índole.
La situación se inscribe en un contexto complejo que involucra, entre otros factores, la situación económica y la falta de políticas públicas orientadas a la educación y el empleo. Además, la desorganización del espacio urbano, que no se limita a Juiz de Fora, se observa en mayor o menor medida en muchas ciudades del país.

En este escenario, el primer factor que destaca es la urgencia de garantizar la independencia financiera de estos trabajadores. Aunque lleva más de 20 años vendiendo frutas y verduras, el vendedor ambulante Jorge Eduardo, de 43 años, comenta que hace un tiempo tuvo que empezar a vender en la calle.
Desempleo
El desempleo también llevó a Antônio Carlos Elias, de 54 años, a buscarse la vida trabajando en la calle. "Trabajaba en una empresa. Me fui y me uní a otra, y me despidieron enseguida. No conseguía nada y tenía que salir a la calle, hacer lo que fuera para sobrevivir". Según él, lleva tres años trabajando así. "Vengo aquí todos los días y nada me sale bien".
Dependemos mucho de los demás, de la situación económica de la gente. Si tienen dinero, compran y nosotros ganamos. Así es como nos las arreglamos —dice Antônio—. Señala que lo ideal sería tener una tarjeta de trabajo irregular. «Vivo solo. Por ahora, me las arreglo para salir adelante, pero no es justo, sobre todo cuando los inspectores nos están vigilando. Perdemos nuestra mercancía y no podemos trabajar tranquilos. Ahora mismo, nos ayuda, pero no es seguro».
Habituales
Para los vendedores ambulantes habituales, la situación también es difícil. Comprenden la presencia de vendedores irregulares, porque en el pasado también tuvieron que luchar para legitimar su espacio de trabajo. Pero ven situaciones que van más allá de la ocupación de estos trabajadores. "Lo que más me molesta hoy no es tanto tener vendedores irregulares, aunque la ciudad esté sumida en el caos. Hay vendedores regulares que alquilan sus espacios. Se ha convertido en un monopolio; hay gente con dos o tres espacios alquilados. Apenas podemos pagar nuestros impuestos, mientras que ellos hacen esto y siguen vendiendo los mismos productos que nosotros", dice uno de los vendedores ambulantes entrevistados por el informe, cuyo nombre se mantendrá en reserva.
El vendedor ambulante Adilson Inácio da Silva cree que falta supervisión y un enfoque más específico para estos problemas, con énfasis en comprenderlos. «No tenemos nada en contra de los trabajadores irregulares; hemos estado en su lugar. No se puede reprimir a estas personas. Pero es necesario hacer algo con respecto a estos otros problemas que no reciben la atención que merecen. Comprendemos la situación con supervisión; necesitamos que tomen medidas en las calles».
Vendedores ambulantes e informalidad: parte de un todo
El mercado laboral brasileño está fuertemente marcado por la heterogeneidad. Esta difícil situación no es exclusiva de los vendedores ambulantes. De hecho, según Ana Claudia Moreira Cardoso, profesora del Instituto de Ciencias Humanas de la UFJF, esta realidad no es aislada; representa una dimensión dentro de la globalidad, que también incluye el aumento del número de trabajadores autónomos, subcontratados, teletrabajadores, contratos intermitentes, entre otros tipos de trabajadores.
De 2017 a 2019, por ejemplo, se registró un aumento de aproximadamente 381 TP3T en la subcontratación. Por cada seis empleos creados, uno es un contrato intermitente. Se crearon 101 mil empleos para este tipo de trabajo, lo que ya representa aproximadamente 151 TP3T del total.
Los datos del último trimestre de 2019 de la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (PNAD), una encuesta realizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), muestran que la tasa de desempleo disminuyó seis puntos porcentuales, de 11,6% en octubre, noviembre y diciembre de 2018 a 11% en el mismo período de 2019. La tasa anual promedio disminuyó de 12,3% en 2018 a 11,9% en 2019. Sin embargo, el profesor advierte que incluso con un resultado aparentemente positivo, la dificultad para ofrecer empleos de calidad persiste.
La tasa compuesta anual promedio de subutilización de la fuerza laboral (que tiene en cuenta el porcentaje de personas desempleadas, subempleadas por insuficiencia de horas trabajadas y en la fuerza laboral potencial en relación con la fuerza laboral ampliada) disminuyó ligeramente, de 24,3% en 2018 a 24,2% en 2019. El número total de trabajadores desanimados en el cuarto trimestre de 2019 alcanzó los 4,6 millones de personas, alrededor de 4,2%, manteniéndose estable en la comparación.
Ingresos insuficientes
Otro factor importante a considerar, según la profesora Ana Claudia Moreira Cardoso, son los ingresos de estas personas. Partiendo de una unidad familiar de cuatro personas y hasta tres adultos, suponiendo que en este grupo hay un trabajador subcontratado y un trabajador temporal, para la profesora, es posible afirmar que los ingresos son insuficientes. En este sentido, es posible pensar en la precariedad de dos maneras: en la forma de contratación y en la jornada laboral. «De nada sirve decir que está formalizada si no ofrece condiciones. En el modo de producción capitalista, el individuo depende del trabajo, preferiblemente de un trabajo de calidad, para sobrevivir. La mayor contradicción es tener un sistema que te dice que solo sobrevivirás con un trabajo de mínima calidad, lo cual no te ofrece ese trabajo».
Por lo tanto, la falta de bienestar social hará que las personas, como dice el profesor, busquen lo que tengan, porque no tendrían otras opciones. "Los datos muestran que quienes más perdieron ingresos fueron aquellos en el tramo uno, personas que ganan hasta R$ 1.600. Otros tramos, especialmente aquellos que ganan más de R$ 1.200, lograron recuperarse un poco". Como explica el profesor, los tramos con los ingresos más bajos son los que más gastan en alimentos, que fue uno de los artículos con el mayor aumento de precio. El resultado es que las familias con menores ingresos ganan menos y gastan más en necesidades básicas. Con más medidas económicas en discusión, como la Medida Provisional de Libertad Económica, ya se planean nuevos cambios en el trabajo, lo que podría perturbar aún más a estas familias.
Consecuencias
Según todos estos indicadores, es poco probable que las tasas de desempleo aumenten, según Ana Claudia, pero los empleos que se crearán, por otro lado, no son de la calidad deseada. «Esto no solo desestabiliza a las familias, sino que también genera mayor presión sobre el Estado. Porque la gente empieza a enfermarse. Mientras algunos trabajan mucho menos de lo necesario, otros trabajan muy duro y terminan enfermándose», señala.
En su opinión, la solución a esta situación es la presión popular. «Es la única manera. No hay otra. No se puede resolver esto individualmente». Sin embargo, para ello, enfatiza que las instituciones deben ser más activas.
